Gente Corriente (Ordinary people, 1980) es un ejemplo de cómo encontrar una buena dosis de psicología en el mundo del cine. Dirigida por Robert Redford (¡su Opera prima como director!) y galardona por cuatro premios Óscar, varios globos de Oro y otros premios estadounidenses. La película gira en torno a la vida de una familia con dos hijos. Al fallecer el hijo mayor en un accidente, el otro hijo (Conrad) vive con un sentimiento de culpa tan grande que entra en una depresión e intenta acabar con su vida.

El espectador observa cómo un acontecimiento externo influye en todos los miembros de la familia. A raíz del accidente, se generan cambios a nivel individual que afectarán a la relación que cada uno de los miembros mantiene con el resto. Todo el sistema familiar sufre el impacto del accidente: se requieren nuevas dinámicas entre ellos para reencontrarse de nuevo.

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Aparte de la tristeza en la que vemos a Conrad sumergido, destaca la extrema frialdad de su madre (Beth). Duelen sus gestos, sus miradas y sus silencios. En varias escenas, podemos leer entre líneas y darnos cuenta que tenía una relación más estrecha con el hermano fallecido. Se mantiene indiferente, como si la vida avanzara igual que siempre, ignorando la tragedia. En el otro extremo, nos encontramos con la neutralidad del padre (Calvin) quien parece que no sabe hacia dónde decantarse y sin expresar demasiado a nivel emocional. En ocasiones, vemos que intenta mantener el equilibrio “aparente” que su mujer necesita y en otros momentos, se muestra más sensible y cercano a los sentimientos de Conrad.

Gracias a de las sesiones que Conrad realiza con su psiquiatra (Dr. Tyrone), puede ir elaborando cómo se siente y qué necesita para «salir a flote». Poco a poco, va entendiendo que no tiene la culpa de lo sucedido. Desgraciadamente, nadie la tiene. Al mismo tiempo, a medida que avanza la película, el padre va siendo capaz de acercarse más a Conrad y dar el valiente paso de escucharle. De algún modo, una etapa de la historia de la familia toca a su fin, se transforma y pasa a una nueva fase. Conrad se permite expresar cómo se siente e incluso, rebelarse, de algún modo, contra su madre. Al fin y al cabo, parece que Conrad ha sido el único que ha vivido el duelo de forma honesta, es decir, sin ocultar su dolor.

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Retrato psicológico muy bien narrado. Buena película para navegar entre los entresijos emocionales de una familia tras la vivencia de una situación vital tan dura como es el fallecimiento de uno de hijos. Excelentes actuaciones, como si los propios personajes hubieran naufragado en este mar de emociones. Recomendable para psicólogos, psiquiatras y especímenes similares: el análisis de sus personajes dará pie a largas y largas conversaciones.